La morfología del tipo Keay XVI es muy característica y fácilmente reconocible ante la presencia de ejemplares completos, pero presenta algunas dificultades de identificación sólo ante fragmentarios, lo que lleva a confundirlos con los atribuibles al tipo Almagro 50, con él cual detiene manifiestas afinidades. No obstante, y tal como señaló S. Keay en su magistral obra (KEAY, 1984), el tipo XVI se diferencia del tipo XXII (=Almagro 50) fundamentalmente debido a su boca de gran tamaño y aspecto más macizo, particularmente del labio y de las asas que arrancan horizontalmente de él, pero sobre todo debido al cuerpo de mayor dimensión, más amplio y ligeramente piriforme, que adquiere el aspecto de un saco, y que alcanza el máximo desarrollo en su tercio inferior (Figura 2).
Figura 1.- Reconstitución de ánfora Keay XVI producida en la alfarería de Quinta do Rouxinol, (según DUARTE y RAPOSO 1996, 244, fig. 3,1 modificado. Nºs inv. QtR201/QtR57. Fotos Ecomuseu Municipal do Seixal. Dibujo Rui de Almeida) |
Para los casos conocidos en la Lusitania, concretamente Quinta do Rouxinol e Porto dos Cacos, alfares en el curso inferior del rio Tajo, pero también para algunos del Sado como Pinheiro o Abul, no sólo está comprobado que existen ambos tipos (FABIÃO, 2004; 2008; ALMEIDA et alii en prensa), sino que también es posible diferenciarlos. El análisis de los ejemplares de Keay XVI fragmentarios y reconstituidos permite constatar una cierta variabilidad y diversidad recurrentes (Figuras 2 y 3), existentes sobre todo al nivel del diseño de los labios, siendo los restantes morfo-detalles (forma de las asas, cuello, cuerpo y fondo) prácticamente inalterables, con excepción de alguna diferencia de tamaño estadísticamente poco significativa. Como tal, y de una forma general, se constata que en el tipo Keay XVI el universo de sus atributos presenta valores casi siempre claramente superiores a los de la Almagro 50 (véase la Figura 4 en el Apartado de “Características”).
El detalle morfológico menos seguro y concluyente en este sentido es, paradójicamente, el proprio borde, que, en su valor normal no permite colocar ninguna duda (16,5-18cm), pero que en algún caso excepcional conocido (15cm) se acerca al de las Almagro 50, como por ejemplo un ejemplar de Abul (MAYET y SILVA, 2002, 198, fig. 103, nº 50). No obstante, inclusive en una boca con esta apertura, el diámetro y longitud del cuello, bien como el tamaño y arco descrito por las asas son de una dimensión mucho más grande, preludiando un cuerpo en la misma proporción, que excede en gran medida la métrica de las Almagro 50. Idéntica situación pero a la inversa es la que se puede observar en las raras bocas de Almagro 50 que están por encima de la media (15,5cm). En estos casos, el cuello, los hombros, la mitad superior del cuerpo (cuando existe) son más pequeños, y las asas también más pequeñas y describiendo un arco decaído y de menor amplitud, con un cuerpo de desarrollo más pequeño.
Figura 2.- Comparación entre Keay XVI lusitana (Quinta do Rouxinol), Keay XVI bética (Beja) y Almagro 50 lusitanas. (Quinta do Rouxinol: según DUARTE y RAPOSO, 1996, 244, fig. 3,1 modificado; Celão, Beja: según DIOGO, 1987, 188, fig.4; Quinta do Rouxinol: según DUARTE y RAPOSO, 1996, 244, fig. 3,2; Porto dos Cacos, según RAPOSO y DUARTE, 1996, 261, fig.5 modificado; Abul: DIOGO y FARIA, 1990, 183, fig.50; Tróia, necrópole da Caldeira: ALMEIDA, 2008: Estampa XLIV-B) |
A inclusión de la forma XVI de Keay como una morfología más del repertorio lusitano, diferenciada de la omnipresente Almagro 50, formas Lusitanas 5 y 6 respectivamente (DIOGO, 1987), es un hecho tardío dentro del proceso historiográfico de los estudios anfóricos en Portugal, y más aún en el contexto de la investigación desarrollada en el Mediterráneo occidental, con un recorrido sinuoso sembrado de dudas y mal entendidos acumulativos, generados por datos confusos y/o poco sólidos.
En definitiva, fueron ambos conjuntos de aspectos (morfológicos y historiográficos) que condujeron a una efectiva resistencia por parte de la comunidad científica lusitana (pero no sólo…) en aceptar la singularidad del tipo, y que, pasados casi 30 años desde la publicación de la obra de S. Keay (1984), siga sin existir un consenso sobre el binomio formal Keay XVI/Almagro 50, y, en contadas ocasiones, sobre el origen y proveniencia de cada uno de estos tipos (sobre esta problemática véase FABIÃO, 1997).
Estando ya superada la resistencia al origen bético del tipo original (FABIÃO, 1997; 2000; 2004; MAYET y SILVA, 1998) persiste aún la negación sobre la existencia del tipo Keay XVI, siendo considerado apenas como una “simple” variante de talla de la Almagro 50 (MAYET y SILVA, 1998, 146-148) o como variaciones resultantes de la diversidad el nivel de los centros productores y del origen (MAYET, SCHMITT y SILVA, 1996, 17-18). Asimismo, y a pesar de ser actualmente una realidad formal asumida, no está de todo exenta de discusión.
Figura 3.- Keay XVI de producción Lusitana. Yacimientos de la cuenca del Tajo: Quinta do Rouxinol (según DUARTE, 1990; DUARTE y RAPOSO, 1996; RAPOSO et alii, 2005) y Porto dos Cacos (según RAPOSO, 1990; RAPOSO y DUARTE, 1996; RAPOSO et alii, 2005). Yacimientos de la cuenca del Sado: Quinta da Alegria (según COELHO-SOARES y SILVA, 1979; MAYET, SCHMITT y SILVA, 1996), Abul (según MAYET y SILVA, 2002), Vale da Cepa (según DIOGO, 1983; MAYET, SCHMITT y SILVA, 1996), Tróia (según ALMEIDA et alii, en prensa) y Enchurrasqueira/ Xarrouqueira (según DIOGO, 1983; MAYET, SCHMITT y SILVA, 1996) |
En tanto en cuanto es posible afirmar actualmente, la (re)producción lusitana del tipo Keay XVI apenas se encuentra atestiguada en las alfarerías de las cuencas del Tajo y Sado, siendo todavía incierta su manufactura en el territorio meridional correspondiente al actual Algarve. Este aspecto resulta aún tanto más sorprendente considerando que hasta el final de la década de 90 del siglo pasado, se aceptaba de forma pacífica y generalizada que la práctica totalidad de ejemplares identificados en innumerables yacimientos costeros e interiores a lo largo del territorio portugués eran procedentes de alfarerías lusitanas ubicadas en territorio “algarvio”, no cabiendo la posibilidad de tratarse de un tipo bético, tal como es entendido hoy por hoy.