Aunque abundantemente presentes (y constatadas) en el registro de los yacimientos de época postcolonial del Extremo Occidente, especialmente de su vertiente atlántica, la definición tipológica y el encuadre crono-cultural de estas ánforas T-8211 ha sido principalmente impulsado desde el exterior de este marco geográfico, no siendo correctamente identificada y conocida con cierta amplitud hasta fechas verdaderamente muy recientes. Actualmente el panorama es completamente distinto, con la documentación de un buen número de centros productores y una no menos destacable cantidad de ejemplares completos (figura 1), tanto en contextos terrestres como subacuáticos, que dibujan un radio de acción comercial amplio y diversificado.
Figura 1 - Ánforas T-8211 documentadas en un nivel de incendio relacionado con el abandono del poblado ibérico de las Cabezuelas de Totana (Lorca, Murcia) (a), y conjunto de cuatro individuos evolucionados de T-8211 procedentes del entorno del taller alfarero de Campo del Gayro de San Fernando (Cádiz) (b) (a partir de Ramon et al., 2007) |
La primera tentativa definición de este tipo como forma diferenciada parece ser la proporcionada por M. Pellicer (1978, 365-400, nº 1634,1635, 1638, 1727, 1728, 1731 y 1883), quien encuadró estas ánforas en su categoría E-2 de las ánforas del oppidum turdetano de Cerro Macareno, con cronologías que se extendían por todo el siglo III a.C., aunque ya Y. Solier (1972) la había encuadrado con anterioridad dentro de su tipo D-E. Sin embargo, en estos años su relativa escasa presencia porcentual y la morfología común de sus labios jugaron a favor de una continuidad de su anonimato, por lo que su caracterización no se tradujo en un crecimiento de los hallazgos.
En 1982, A. Ribera incluyó las T-8211 en su grupo G entre las ánforas prerromanas halladas en asentamientos ibéricos del área valenciana (Ribera, 1982, fig. 36). Poco más tarde, C. Florido Navarro clasificó estas ánforas dentro de su tipo X de las ánforas prerromanas del sur peninsular (Florido, 1984, 395) asignándoles una atinada cronología aproximada que comprendía desde c. 400 a.C. hasta finales del s. II a.C., relacionando la forma con la 299 de P. Cintas documentada en Cartago. Parece que la definición de Florido marcó un punto de inflexión, sentando las bases de la discusión de las dos grandes cuestiones de debate relativas a este tipo: la influencia formal centromediterránea (una perspectiva profundizada en Ferrer y García, 1994) y la cronología de su origen y de finalización de la producción.
Poco más tarde, A. Muñoz Vicente (1987, 474, fig. 4) englobó estos envases en su forma A5 dentro de su tipología de las ánforas prerromanas de Cádiz, aunque el desarrollo final del tercio inferior del tipo fue mal interpretado, sin duda debido a lo embrionario de la investigación en esos momentos y a lo fragmentario del material, en un momento en que aún no se habían dado a conocer ejemplares gaditanos completos. La publicación en esas mismas fechas de los resultados preliminares de la intervención realizada en el asentamiento protohistórico de Cerro Naranja (González, 1987) vino a llenar definitivamente ese vacío con la difusión de un ejemplar completo.
El propio A. Muñoz junto a G. De Frutos (1994, 393-414) definió el tipo como Torre Alta 2, al ser una de las formas mayoritarias documentadas entre las producciones del alfar a partir de los datos de la campaña de 1987-88, que asimismo se reveló como primer centro productor conocido de estas ánforas. De forma casi paralela G. De Frutos, G. Chic y N. Berriatúa (1988) habían definido esta forma dentro de su tipo K en la clasificación de los materiales anfóricos exhumados en la factoría de salazones de Las Redes, poniendo las primeras bases de la relación del tipo con la producción y comercio conservero gadirita.
Posteriormente A. Rodero realizó un ensayo tipológico en el cual rebautizó la forma estudiada aquí como «tipo Carmona» (Rodero, 1991, 284-286; 1995), debido al parecer al hallazgo de esta forma en dicho yacimiento protohistórico, revisando además la cronología de los hallazgos. A pesar de estar ya definido el ámbito cultural y al menos un taller fabricante de la forma, ésta fue rebautizada con un criterio geográfico que no nos parece el más adecuado, pues puede inducir a errores crono-culturales y de evolución de la forma.
Finalmente, J. Ramon (1995, 225-226) incluyó este tipo bajo la denominación T-8211 en su amplio trabajo sobre las ánforas fenicio-púnicas del ámbito colonial centro-occidental, situando su producción en la bahía gaditana y otras áreas de la costa andaluza entre los inicios del siglo IV y el tramo final del III a.C. (figura 2). Aportaba asimismo una primera recopilación de perfiles completos de este tipo, perfilando algunas cuestiones de detalle sobre la morfología de los bordes o la epigrafía teóricamente asociada a ellas, además de un primer ensayo de distribución de las T-8211 (Ramon, 1995, 644, mapa 101). Asimismo, en sus conclusiones sobre los orígenes de la forma daba inicio al debate sobre la relación entre dos de los tipos más significativos del área extremo-occidental: según este autor las T-8211 habrían evolucionado hasta ser sustituidas, más o menos gradualmente, por las T-9111 (a través de formas intermedias T-8221) a partir de finales del siglo III a.C. (Ramon, 1995, 226). Esta propuesta cronológica inicial quedaría fosilizada en buena parte de la historiografía posterior, perdurando estos márgenes cronológicos y esquemas evolutivos hasta fechas recientes (Niveau, 2004, 21, nota 63; Carretero, 2004; Ramon, 2004 y 2008).
Figura 2 - Propuesta de ordenación tipológica de las T-8211 formulada por J. Ramon Torres (1995) (a) y síntesis de la línea evolutiva de las ánforas acilindradas extremo-occidentales, apuntando a las T-8211 como precursoras de las diversas variantes de T-9111 (b) (a partir de Ramon, 1995) |
Las investigaciones desarrolladas en los últimos años en las alfarerías y centros industriales del territorio gadirita (Sáez, Díaz y Montero, 2004; Sáez, 2008a-b) así como el estudio de los materiales anfóricos asociados a la actividad de la necrópolis tardopúnica del asentamiento (Niveau, 2009) y a la fase final de los poblados de la campiña costera inmediata (Niveau, 1999) están aportando un aluvión de materiales contextualizados que ha contribuido a delinear un panorama sensiblemente diferente, en el cual han podido precisarse múltiples aspectos de sus orígenes, cronología de manufactura y distribución comercial. A partir de esta densa historiografía puede decirse que se trata actualmente de uno de los tipos más estudiados y mejor caracterizados del espectro de formas de transporte fabricadas en el área del Estrecho, aunque aún quedan por clarificar aspectos importantes sobre sus primeros pasos y evolución morfológica, temas sobre los que aportan ahora sugerentes novedades.