La morfología del tipo conocido en la bibliografía de referencia como Almagro 50 es muy característica y fácilmente reconocible (figuras 1 y 2). Fue primeramente identificada en las necrópolis de Ampúrias por el investigador epónimo (ALMAGRO, 1955, 295 y 302, fig. 297), quien atribuyo el número 50, en modo de adenda a la tabla de Dressel. Definido solamente en base a un ejemplar, el tipo terminó cuajando en la bibliografía de referencia y fue posteriormente incluido sin modificaciones en el estudio de Beltrán Lloris sobre las ánforas hispanas, quien confirmó la morfología a través del hallazgo de más ejemplares no solo en el Museo Monográfico de Ampurias, sino también en Tarragona (BELTRÁN LLORIS, 1970, 541, fig. 220).
El tipo se caracterizó entonces por poseer un borde exvasado de sección triangular, con boca con las asas, cortas y de sección elíptica o circular que mueren en los hombros, con un cuello corto y estrangulado, de “fuerte reborde y moldurado”, y teniendo como uno de sus principales elementos distintivos un cuerpo con tendencia cilíndrica y muy alargado, con un ligero estrechamiento en la parte media de la panza. Naturalmente, el ejemplar fragmentario de Ampurias no permitía determinar la morfología del pivote, que sólo años más tarde fue debidamente caracterizado como cónico y abotonado en su extremo, gracias al descubrimiento de ejemplares completos como los del Planier VII (BENOIT, 1962, 159) o de Port-Vendres I (= Anse Gerbal) (CHEVALIER y SANTAMARIA, 1971).
Figura 1.- Ánfora Almagro 50 de Tróia (Setúbal), necrópolis de Caldeira y reconstitución de ánfora Almagro 50 producida en la alfarería de Quinta do Rouxinol (Seixal), (Tróia: nº inv. TRO 50206 / Museo Nacional de Arqueologia / Foto de João Almeida; Quinta do Rouxinol: según DUARTE y RAPOSO, 1996, 244, fig. 3,2 modificado. Nºs inv. QtR791/QtR1080. Fotos Ecomuseu Municipal do Seixal / Cézer Santos e José Carlos Henrique. Dibujo Rui de Almeida) |
En esa misma década, algunos años después, a raíz de los trabajos de A. J. Parker, esta forma quedó definitivamente “rotulada” como lusitana, aunque éste la hubiera considerado una variante tardía de la forma II de Beltrán (PARKER, 1977, 39-40). A partir de entonces, se asistió a su creciente identificación y proyección, y también de la propia importancia de la industria salazonera lusitana en épocas más tardías.
Pero en el tipo definido por Almagro y consolidado por Parker se incluyó como modelo una morfología relacionada, pero en varios aspectos distinta, sobre todo en los métricos, los petrográficos y en los epigráficos. La clara diferenciación entre ambos tipos fue un logro de S. Keay (KEAY, 1984), quien atribuyo el número XVI y un hipotético origen bético a la “falsa Almagro 50” de gran talla, y el XXII a la Almagro 50.
A pesar de esto, fuera por las dificultades existentes en diferenciar ambos tipos, principalmente a nivel de borde, fuera por la convicción y arraigada tradición bibliográfica, el error siguió siendo reproducido, y ni los subsecuentes trabajos de Edmonson y su forma Lusitanian Garum II (EDMONSON, 1987), ni las Jornadas de Conimbriga sobre las Ânforas Lusitanas (ALARCÃO y MAYET, 1990) han podido solucionar los problemas inherentes a ambos tipos: las Keay XVI siguieron siendo consideradas “simplemente” como una variante de la Almagro 50 (MAYET y SILVA, 1998, 146-148) y ambos tipos fueron siendo sistemáticamente confundidos y mezclados por la comunidad científica, principalmente fuera de la península (PEACOCK y WILLIAMS, 1986, 130). Este escenario conllevó a una excesiva valorización lusitana, que no tiene por qué corresponderse con la verdad (FABIÃO, 1997), y que impide no solo una correcta apreciación de la misma, sino que a la par altera la bética.
Dichas diferencias morfologías fueron, sin embargo, parcialmente aceptadas y reconocidas, aunque no de la forma más correcta, y el principio de su diferenciación aplicado en la moderna tipología presentada por D. Diogo para las ánforas lusitanas (DIOGO, 1987), correspondiendo la forma Lusitana 6 a la Almagro 50, e la Lusitana 5 a la presunta producción meridional de Almagro 50 de talla grande, es decir, en definitiva a la Keay XVI bética (FABIÃO, 1997).
Figura 2.- Ánforas Almagro 50 lusitanas. (Quinta do Rouxinol: según DUARTE y RAPOSO 1996, 244, fig. 3,2; Porto dos Cacos: según RAPOSO y DUARTE, 1996, 261, fig.5 modificado; Porto dos Cacos, necrópolis: según SABROSA, 1996, 296, fig. 8. Abul II: DIOGO y FARIA, 1990, 183, fig.50,6; Tróia, necrópole da Caldeira: ALMEIDA, 2008: Estampa XLIV-B; Pinheiro: según MAYET y SILVA, 1998, 144, fig. 53,2) |
Pero la investigación en los alfares de la Lusitania occidental confirmó no solo la existencia de una producción significativa de la Almagro 50, sino también de la Keay XVI (ver ficha correspondiente). Asimismo, para los casos conocidos de las alfarerías del curso inferior del río Tajo (Quinta do Rouxinol y Porto dos Cacos) y del Bajo Sado (Abul, Pinheiro), el análisis de los ejemplares de Almagro 50 completos, fragmentarios y reconstituidos (figura 2) permite constatar que se corresponden a grandes rasgos con el “modelo” definido para el tipo, pero a la vez presentan una cierta variabilidad y diversidad recurrentes. Estas se pueden observar no sólo al nivel de la forma general del contenedor, pero también de forma particular al nivel de los morfo-detalles, es decir, de los distintos elementos per se (diseño de los labios, forma de las asas, cuellos, cuerpos y fondos).
Los ejemplos más difundidos y frecuentemente utilizados, apuntados como canónicos para el tipo Almagro 50, son los de los alfares del Sado y representan dos modelos distintos (ver figura 2): el de Abul II (=D) (DIOGO y FARIA, 1990, 183, fig. 50.6) y de Pinheiro (MAYET y SILVA, 1998, 144, fig. 53.2), a los que hay que añadir otro de Tróia recientemente publicado (ALMEIDA, 2008, Estampa XLIV-B). Los dos primeros se acercan morfológicamente, presentando sólo una diferencia a nivel de sus dimensiones; pero el tercero, una propuesta de reconstitución del alfar de Pinheiro – el único excavado y con estratigrafías estudiadas – se presenta bastante diferente de los dos anteriores y del perfil que se tiende a considerar “canónico”.