La investigación actual ha venido destacando en los últimos años el relevante papel de estas anforillas en el comercio de las salazones del Estrecho, alcanzando destinos alejados en el seno del Mediterráneo normalmente en proporciones moderadas, combinando tanto su difusión por vía marítima como fluvial/terrestre (Ramon, 1995, 293).
En la vertiente cronológica de esta distribución comercial es necesario puntualizar que desconocemos hoy por hoy su verdadero radio de acción, probablemente por su invisibilidad historiográfica al no haber sido definidas las variantes más antiguas del tipo hasta ahora. Es posible por tanto que podamos en los próximos años identificarse las primeras exportaciones de estas anforillas en pleno siglo III a.C. (conocemos incipientemente que sus formas precursoras participaron activamente del comercio marítimo gadirita junto a T-11210/T-12111 y T-8211), aunque por el momento los datos disponibles sólo apoyan con nitidez que la expansión externa a cierto nivel de las T-9111 debió ocurrir con rapidez ya a partir de la dominación bárcida, y en concreto en contextos de la etapa del segundo enfrentamiento romano-cartaginés. Además de en el propio entorno de la bahía gaditana (CDB, saladeros, necrópolis, etc. vid. Niveau, 1999 y 2009, 111-112), encontramos muestras de la exportación temprana de estas ánforas en puntos clave del conflicto como los depósitos de destrucción de la ciudad púnica de Cartagena (Martín Camino, 1998) (figura 12, 1-2). En suma, parece que desde los primeros momentos fue un envase de éxito exportador hacia los mercados tradicionales de Gadir, pero también en relación con el abastecimiento de otros de tipo coyuntural, como los ejércitos cartagineses o romanos en lucha en la península y fuera de ella en diversos momentos de los siglos III/II a.C.
Figura 12 - Hallazgos significativos en relación a la distribución comercial de las T-9111: Cartagena (1-2), Lisboa (3-4), Lixus (5-6), Illa Pedrosa (7), campamentos numantinos (8-10) y poblado ibérico del Cerro de la Cruz (11-12) (a partir de Martín, 1998; Aranegui, 2001 y 2005; Sanmartí y Principal, 1998; Sanmartí, 1985a; Vaquerizo et al., 1992) |
Por el momento la información sobre la comercialización de estas anforillas es mucho más amplia para el siglo II, momento en que parece instituirse como un incansable acompañante secundario de todo tipo de cargamentos (los altos volúmenes de su producción en las alfarerías locales dan buena cuenta de su creciente protagonismo). Su presencia en esta centuria, especialmente a partir del tercio central, está bien atestiguada en la vertiente atlántica, tanto en los castros del área cantábrica y galaica (González, Rodríguez y Ayán, 2010, 587) como en la desembocadura del Sado-Tajo (Pimenta, 2005 y 2007; Almeida, 2008, 286) (figura 12, 3-4), en la costa meridional lusitana (Sousa y Arruda, 2010; Arruda, 2012), en el Alentejo y zona extremeña, en el área onubense costera (Belén y Fernández-Miranda, 1978) y en la fachada occidental de la Tingitana en puntos como Lixus (Aranegui, 2001 y 2005) (figura 12, 5-6) o Kouass (Kbiri Alaoui y Mlilou, 2007). Al interior, además de la bien conocida presencia en el valle del Ebro y zona turolense en puntos como Segeda o los campamentos numantinos (figura 12, 8-10), cabe destacar su formidable penetración a partir del valle del Guadalquivir, con atestaciones muy numerosas ejemplificadas en casos destacados como Pajar de Artillo (Luzón, 1973), Sevilla (García Vargas y García Fernández, 2009; García Fernández y García Vargas, 2010) o los conocidos ejemplares del Cerro de la Cruz (Vaquerizo, Murillo y Quesada, 1992) (figura 12, 11-12).
La difusión de productos gaditanos en T-9111 también alcanzó cotas muy destacadas hacia el Mediterráneo, con una presencia por ahora poco destacada en la costa mauritana, pero muy nutrida tanto en la bahía algecireña (Blánquez, Bernal y Sáez, 2006; Bernal et al., 2010) como en la zona malacitana (Recio y Martín, 2006), áreas en las que se ha propuesto en base a la presencia de indicios de alfarerías o la lectura de sus pastas la producción local de esta forma. Su distribución más hacia el este, desde Adra (Fernández-Miranda y Caballero, 1975) y Baria (López et al., 2011, 82, fig. 39) hasta las costas alicantinas y valencianas parece ser también muy densa, penetrando con facilidad hacia el traspaís a través de las principales rutas fluviales y terrestres a partir de núcleos costeros muy activos como la propia Valentia (Ribera, 1998). Su atestación en las Pitiusas y Baleares es, por el momento, escasa, si bien el hecho de que se imitase la forma a baja escala en los talleres ebusitanos da cuenta del buen conocimiento de la forma y de su impacto comercial. Más allá de Sagunto, las T-9111 parecen hacer circulado también con cierta asiduidad por la costa noreste peninsular y el golfo de León, como testimonian -entre otros- su presencia en el pecio gerundense de Illa Pedrosa (figura 12, 7), en múltiples contextos de Tarraco (Díaz, 2000), en silos ampuritanos (Aquilué et al., 2002), el entorno marítimo de Massalia o en estratos tardíos de Abintimilium (Ramon, 2008, 72-75, figura 3). Recientemente esta amplia nómina se ha podido ampliar hasta la bahía napolitana, gracias a los ejemplares localizados en diversos puntos de la ciudad de Pompeya, cuyos análisis petrográficos han certificado su importación desde la bahía gaditana (De Francesco et al., 2012).
La amplia distribución regional y atlántico-mediterránea de estas T-9111 parece responder por tanto, en líneas generales, a las rutas e intereses comerciales gadiritas de los siglos III/II a. C. involucrando puertos/rutas principales y secundarios frecuentados por sus naves. Sin embargo, desde su identificación en los campamentos numantinos (Sanmartín, 1985a-b) ha sido destacada otra variable de gran interés que explica su cada vez más densa distribución hacia el Atlántico y noroeste ibérico o hacia el interior peninsular: el abastecimiento de las tropas romanas en su consolidación y expansión territorial durante buena parte del siglo II. El análisis del cada vez más denso mapa de puntos costeros e interiores relacionados con estos procesos de anexión romana del territorio peninsular y de fundación de asentamientos (campamentos y ciudades), ha llevado a retomar esta hipótesis en los últimos años (Sáez y Díaz, 2007; Sáez, 2008a-b), siendo cada vez más explícitas las evidencias de esta relación en escenarios tan variados como los estratos de fundación de Olisipo o Valentia, enclaves militares del área murciana (Martínez, 2006) o castella y campamentos del Alentejo y área extremeña (Heras y Bustamante, 2007; Filipe, 2010). Siempre en proporciones modestas respecto a los envases vinarios itálicos o incluso de otras formas regionales como la T-7432/3, estas anforillas parecen haber penetrado con facilidad en todo tipo de escenarios, quizá debido al transporte de un tipo de contenido más exclusivo o diferenciado del desplazado en otros individuos de similar origen.
Hasta el momento la historiografía relativa al estudio de este grupo anfórico ha sido prácticamente unánime (al menos para el caso gaditano) al relacionarlo de forma inequívoca y explícita con el transporte comercial de salazones de pescado (Ramon, 1995, 293, quien recoge toda la información previa). Esta hipótesis había quedado fundamentada en la abundante y frecuente presencia de estas anforillas en los contextos artesanales gadiritas, especialmente en factorías conserveras como Plaza de Asdrúbal o Las Redes (Muñoz et al., 1988), y posteriormente quedó plenamente apoyada en la rotunda información aportada por la iconografía de varios de los sellos documentados en el taller alfarero de Torre Alta (vid. infra Epigrafía). En realidad, hasta el momento no se han recuperado evidencias directas de este transporte salazonero ni en contextos productivos gaditanos ni en depósitos de amortización foráneos, ni se han practicado analíticas químicas de residuos específicas a fin de rastrear trazas de paleocontenidos.
Aunque la evidencia epigráfica es contundente, la existencia de módulos muy distintos con bocas más o menos anchas (con versiones plenamente utilizables para contenidos líquidos o semi-líquidos) y la falta de apoyos directos analíticos o faunísticos hacen que por el momento debamos ser cautos respecto de una identificación unívoca y exclusiva a contenidos salsarios, especialmente a salsamenta. En cualquier caso, nuestra percepción actual de esta problemática permite situar estas anforillas como uno de los principales actores en el tráfico exterior de estas mercancías, lo que no excluye su participación ocasional o minoritaria en la comercialización de otras mercancías. Queda asimismo abierta la pregunta sobre el posible contenido de sus versiones miniaturizadas (entre las que cabe incluir el tipo T-9121 de Ramon) y si éste, como se ha propuesto para las versiones reducidas de T-11210/T-12110, pudo ser algún tipo de salazón o salsa piscícola selecta.