La definición tipológica del ánfora Pellicer D (Pellicer Catalán 1978, 384) esconde, tras su aparente simplicidad, una serie de problemas que suelen ser los propios de las producciones ánforicas mal o poco estudiadas. En primer lugar, presenta problemas morfológicos importantes, pues a pesar de la supuesta homogeneidad morfológica del tipo, pueden señalarse grupos formales diferentes dentro de esta forma anfórica, lo que ha dado pie a algunos autores (Arruda et alii, 2006, 163) a separar del tipo Pellicer D un conjunto diferenciado de ánforas que proponen denominar con el nombre de Castro Marim 1 (infra). No menos decisivos son los problemas de tipo tecnológico, pues desde casi los inicios mismos de la definición del tipo se han indicado para el mismo diversas áreas de producción con pastas cerámicas diferentes que señalan hacia dos focos claramente diferenciados de producción: el Bajo Guadalquivir y la Bahía de Cádiz. En la primera área se conocen ya centros de producción de la forma, mientras que la existencia de series litorales de Pellicer D se deduce de la presencia en lugares de consumo más o menos alejados de fragmentos del tipo con las pastas características de la Bahía de Cádiz (Arruda et alii, 2006).
Figura 1.- Fotografía y dibujo de las Pellicer D completas (Ramon, 1995) |
En el estado actual de la investigación (y subrayamos el carácter provisional de lo que expondremos a continuación), parece prematuro considerar las evidencias existentes sobre una cierta diversidad morfológica y morfo-tecnológica de las Pellicer D como argumentos decisivos para proponer la consideración de más de un tipo anfórico en el seno de la forma, siendo así que nos inclinamos a asignar una misma tipología a las Pellicer D y a considerar las Castro Marim 1 como un momento muy evolucionado en la vida productiva de las Pellicer D, lo que haría de ellas una especie de Pellicer D “terminales”. Sabemos que no todos los investigadores van a compartir estos puntos de vista, pero insistimos que se derivan de la necesidad de considerar desde una perspectiva sistemática una documentación cada vez más rica, pero aún no lo suficientemente expresiva, pues siguen faltando para proponer caracterizaciones morfológicas con un mínimo de validez evidencias más claras sobre lugares de producción y, sobre todo, ejemplares completos.
En general, pues, y considerada actualmente (e insistimos en el carácter provisional de estas consideraciones) como un solo tipo de contenedor anfórico, la Pellicer D es un ánfora que responde a las características formales de las ánforas de tradición turdetana (derivadas a su vez, de prototipos fenicios imitados en la región durante la Edad del Hierro) y parece haber sustituido en el bajo Guadalquivir a partir de mediados del siglo III a.C. a las también turdetanas Pellicer B-C (Ferrer Albelda y García Fernández 2008, 212, García Vargas y García Fernández 2009, 148, Niveau de Villedary y Mariñas 2002, 239-240 y nota 8).
Se trata (figuras 1 y 2) de un ánfora tubular o cilíndrica, sin apenas cuello, con borde entrante indiferenciado de la pared del cuerpo, excepto por una línea o resalte exterior que tiende a desaparecer desde fines del siglo II a. C. (figuras 2 - 4), al igual que lo hace el engrosamiento interior del borde que caracteriza las producciones más antiguas (figuras 2-4). Los ejemplares más antiguos presentan, pues, bordes engrosados claramente al interior y ligeramente al exterior, donde un leve escalón o resalte los separa de los breves hombros. A partir de fines del siglo II a. C. tiende a desaparecer el escalón externo, mientras que el engrosamiento interno es poco frecuente desde principios del siglo I a.C. Por ello, las Pellicer D del siglo I a.C. suelen presentar bordes indiferenciados que son la continuación de la pared del recipiente simplemente redondeada en su extremo (figuras 5 - 7). Esto no es, sin embargo, más que una tendencia general, pues en determinados contextos productivos, como los alfares de Carmona (25-15 a.C.), donde las Pellicer D conviven con formas claramente romanas (García Vargas, 2012), o los contextos de consumo del Patio de Banderas del Alcázar de Sevilla (García Vargas, Almeida y González Cesteros, 2011), se observa la continuidad de rasgos “arcaizantes” (resalte exterior del borde y engrosamiento interior) en algunas producciones minoritarias. Por lo demás, el resto de la morfología del ánfora se mantiene inalterada a lo largo del tiempo de producción del tipo, con excepción de los ejemplares tardíos, denominados Castro Marim 1, que presentan una ligera carenación en el tercio superior del cuerpo que gira casi 90º, manteniéndose horizontal hasta el borde, lo que otorga a la parte alta del ánfora una morfología característica (figura 7). Basándose en el parecido formal con los contenedores púnicos del grupo 5.0.0.0. de Ramón (1995) que esta inflexión de los hombros otorga a las Castro Marim 1, así como en la ausencia en las Castro Marim 1 de escalón en la transición entre la parte superior del borde y la pared externa del cuerpo, algunos autores (Arruda et alii, 2006; Viegas 2011 a) han separado morfológicamente, como se ha indicado supra a las Castro Marim 1 de las Pellicer D. La propuesta es sugerente y puede que acertada, pero en el estado actual de la investigación, la mayoría de las Pellicer D finales sin hombros en ángulo recto presentan también bordes indiferenciados y carecen de engrosamientos y escalones en los labios, lo que hace difícil utilizar estos elementos como criterios de asignación y permiten pensar de momento en diferencias secundarias dentro de un mismo tipo de contenedores que puede seguir llamándose Pellicer D.
El resto de los elementos morfológicos que permiten un diagnóstico tipológico son muy, por lo demás, muy similares, por no decir idénticos, en todas las producciones: asas de “oreja”, del tipo “púnico” (figura 8), hombros redondeados o con carena (figura 9 y 10), cuerpos cilíndricos (figura 11 y 12) y pivotes que son un simple botón como culminación de un fondo ojival (figura 13).