Hoy en día únicamente contamos con la evidencia directa proporcionada por uno de los alfares costeros en los que fue fabricada. Se trata de El Rinconcillo, donde ha sido documentada en la fase III del taller, datada en el tercio central del siglo I a.C. (García Vargas, Almeida y González Cesteros, 2011). Tal vez también fue fabricada en el alfar no excavado de Toscanos en la localidad malagueña de Vélez Málaga (comunicación personal de O. Arteaga. García Vargas, Almeida y González Cesteros 2011, 212). Ante este panorama y la ausencia de alfares conocidos en el Guadalquivir, hemos de recurrir a los centros de consumo para fijar una cronología de producción más o menos coherente. En ellos, centrados principalmente en puntos del Levante (Molina Vidal, 1995) y el Occidente peninsular (Fabiao, 1989; Almeida, 2008), observamos su presencia desde finales del primer tercio del siglo I a.C. (Fabiao, 1989; García Vargas, Almeida y González Cesteros, 2011).
El momento de máxima difusión de la Ovoide 1 coincidiría principalmente con el tercer cuarto del siglo I a.C., cuando se observa el inicio de una tímida difusión por el Mediterráneo Occidental tanto por las costas norte del Levante peninsular, como en la Italia tirrénica (García Vargas, Almeida y González Cesteros, 2011, 216) o en el sur oeste de Francia donde penetra hasta Toulouse y Lyon.
La fecha final de su difusión y fabricación debió de situarse en los últimos decenios del siglo I a.C., y es difícil que sobrepasara el cambio de era. Lo más probable es que algunos ejemplares de momentos atribuibles al primer cuarto del siglo I d.C., como es el caso de la Alcáçova de Santarem (Santarém, Portugal) se traten en realidad de material residual (Almeida, 2008, 82).
Como hemos mencionado en el punto anterior, a día de hoy solamente está realmente constatada su fabricación en el alfar algecireño de El Rinconcillo (Fernández Cacho, 1995; Bernal Casasola y Jiménez-Camino Álvarez, 2004), y tal vez en el de Toscanos situado en Vélez-Málaga. Igualmente está constatada su producción al otro lado del estrecho de Gibraltar, en contextos de la mitad del siglo I a.C. en el yacimiento marroquí de Sala, cercano a Rabat (Boube, 1987-88).
La ausencia de talleres de producción en el valle del Guadalquivir contrasta con la evidencia arqueológica en los centros de consumo a los que llegó nuestro envase, donde dominan las producciones del Guadalquivir. De este modo, en las publicaciones con descripciones mínimas de sus pastas, éstas nos indican hacia una producción típicamente del valle del Guadalquivir, probablemente centrada en la parte baja del río, en los alfares que en época republicana se sitúan en torno a los núcleos urbanos más importantes (García Vargas, 2012; García Vargas, Ferrer Albelda y García Fernández, 2008). Podemos confirmar esta visión por nuestros propios trabajos en centros de consumo tales como Santarem, Carmona, Sevilla, Valeria o Éfeso.