Las primeras ánforas globulares aparecen al final del reinado de Tiberio, siendo uno de los testimonios arqueológicos mejor datados el cargamento anfórico de la nave bética de Lavezzi 1 (Bonifacio) de ca. 30 d.C. (Liou, 1991). Durante la dinastía julio-claudia (27-69 d.C.) las exportaciones olearias de Hispania competían con los productos de Italia y África en los principales mercados de Occidente. No fue hasta la dinastía flavia (69 – 96 d.C.) cuando el aceite hispano se hizo con el monopolio de las exportaciones en Roma y en las fronteras militares de Germania y Britania. El siglo II d.C. representa la Edad de Oro de la producción y comercio del aceite béticos en todas sus facetas económicas. La llegada de la dinastía severiana (193-235 d.C.) supuso la ruptura del anterior modelo debido al carácter centralista e intervencionista del Estado en todos los estadios de este comercio (Berni, 2008, 30-31). El ánfora Dressel 20 se deja de fabricar durante el tercer cuarto avanzado del s. III d.C., coincidiendo con el cierre y abandono del basurero annonario de Roma. Las ánforas de módulo inferior (Dressel 20 parva y Tejarillo I) continuaron comercializándose para dar forma a los envases olearios béticos del Bajo Imperio, como la Dressel 23 (Berni 1998, 53).
Los restos arqueológicos de las alfarerías de ánforas Dressel 20 se extienden por las dos orillas de los ríos Guadalquivir (Baetis) y Genil (Singilis), en el triángulo formado por las capitales de tres conventus de la Bética: Hispalis, Corduba y Astigi (Bonsor, 1931; Ponsich, 1974; 1979; 1991; Remesal, 1977-78; Chic, 1985; 2001; Barea et alii, 2008; Berni 2008). Se conocen cerca de un centenar de yacimientos (figura 5).
Figura 5.- Mapa del valle del Guadalquivir y Genil con la situación de los alfares |